De alguna manera u otra todos nos podemos identificar con este escrito. Varios días tuve que dar la milla extra en mis clases. También con mi familia y amigos porque hay días en los que nos necesitan más o porque nosotros no estamos al 100%, pero aún así continuamos. He hecho sacrificios para lograr mis metas, despertar casi de madrugada para realizar un trabajo, dejar de ir algún lado porque mi prioridad era otra, invertir mis ahorros en algo que no tenía planificado. Bueno, la lista puede ser larga, pero en aquellos momentos si no hubiera dado la milla extra no hubiera logrado algunas de mis metas o suplido necesidades.
Ayer mi abuelo entró a sala de operaciones y yo desde el día anterior estaba preocupada. Típico de personas que padecemos de ansiedad. Eran las 5:30 p.m. y aún no sabíamos de él. Para hacerles el cuento corto, desahogándome con mi mejor amiga y gracias a su madre logramos saber que abuelo estaba bien. Sin embargo, nunca se comunicaron del hospital hasta que mi padre llamó. Las horas en vilo fueron eternas, pero gracias a Dios ahora él está en recuperación.
¿Qué sucedió con los enfermeros que no se comunicaron? No lo sé aún. Lo que sí sé es que no pudieron ser empáticos y realizar esa llamada tan importante, aún cuando mi abuelo lo pidió varias veces. Ellos no dieron la milla extra, ni siquiera realizaron su labor. Causando malestar, indignación y desespero en mi familia.
Todos los días cada persona toma la decisión de realizar su trabajo y/o dar la milla extra. Al menos hacer lo que es necesario y requiera su vida (laboral, familiar, etc.). Para mi dar la milla extra puede ser un sacrificio o simplemente hacer algo que se requiere en el momento indicado. Lo importante es que siempre tomemos en cuenta nuestras necesidades y metas. Además ser empáticos con los demás es necesario por si hay que dar la milla extra con los demás. Así que demos la milla extra o la que sea necesaria para que nuestra labor sea la mejor y causemos una influencia positiva en los demás.
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