Cuando Teresa tenía 7 años la noche de Navidad vio algo muy peculiar. Despertó casi a las 12:00 a.m. y vio una sombra muy grande que se reflejaba en el pasillo de su casa. Un poco asustada salió del cuarto, pensó que tal vez esa sombra había dejado los juguetes. Fue corriendo al árbol y allí estaban.
-¡Papi, mami! Dijo Teresa con emoción al entrar al cuarto de sus padres.
-¿Qué sucede hija? Dijo su padre.
-¡Lo vi! Vi al gigante de Navidad. Él es el que deja los regalos.
Sus padres se miraron con asombro y sólo le dijeron que era Santa Claus. Sin embargo, Teresa insistía que era un gigante.
Año tras año la niña intentaba ver al gigante, pero se quedaba dormida y no lo lograba ver. Hasta que cumplió los 12. Esa Navidad sus padres decidieron contarle la verdad.
-Teresa creemos que ya tienes edad suficiente para saber esto. Le comenzó a explicar su madre mientras ella estaba atenta.
-Santa no existe, nosotros somos los que te dejamos los regalos.
-Pero si yo vi una sombra gigante, no es Santa, es un gigante. Dijo Teresa desconcertada.
Sus padres le explicaron y fue perdiendo la fe en que existía el gigante. Sus amigos hacía ya unos años le habían dicho que Santa Claus no existía, pero ella no quería creer. Sin embargo, después de que sus padres le dijeron y al pasar el tiempo Teresa dejó de creer en la existencia del gigante.
Siete años después, comenzando el mes de diciembre, a la mejor amiga de Teresa la hospitalizaron. Tenía debilidad, cansancio, no se podía parar por si sola y mucho menos caminar. Pasaron los días y los doctores no daban con lo que tenía. Teresa la iba a visitar a diario. Estaba muy triste, pues esa Navidad no iba a ser igual para su amiga.
Una noche recordó al gigante, pero con poca fe se fue a dormir. Tuvo un sueño con el gigante. Soñó que lo volvía a ver. Se despertó agitada, como si algo le dijera que era posible que el gigante existiera. Esa mañana cuando entró a las redes sociales casi todo lo que veía eran mensajes que decían: no pierdas la fe, confía, cree en la magia de la Navidad. Decidió salir de la cama, pues tal vez ella estaba sugestionada. Cuando fue a la sala en televisión estaban dando una película del gigante de las nieves. Sin embargo, decidió no creer que era otra señal. Más tarde fue a visitar a su amiga al hospital. Seguía igual, cuando llegó vio a sus padres tristes. Le rompió el corazón. Su amiga intentaba tener una actitud positiva a pesar de que no tenía muchas fuerzas. Cuando salió del hospital no contuvo las lágrimas. Quería poder hacer algo por su amiga. Se fue a un parque que quedaba cerca del hospital, necesitaba pensar. De momento recordó que cuando tenía 10 años su abuelo fue a visitar a unos familiares a Nueva York y regresaba a Puerto Rico el día antes de Navidad. Esa noche los llamó porque habían cancelado los vuelos hasta nuevo aviso. Teresa se sintió triste, pues su abuelo pasaría sólo la Navidad en el aeropuerto. Así que decidió pedirle al gigante que no quería regalos, sólo que su abuelo estuviera en casa para Navidad. Cuando despertó el día de Navidad los regalos estaban, pero no tuvieron comunicación con su abuelo. Se preocuparon. Al medio día tocaron la puerta de su casa, era su abuelo, a quien Teresa recibió con emoción. Luego recordó otros deseos que se le cumplieron en Navidad y que no tenían nada que ver con regalos.
-Gigante, tal vez te defraude al dejar de creer en ti. Sólo te pido que si me estás escuchando permitas que mi amiga este bien de salud o al menos descubran lo que tiene. Dijo Teresa con fe.
Al otro día decidió no ir al hospital, pero les escribió a los padres de su amiga para ver cómo seguía. Para su sorpresa ella había tomado fuerzas, ya hablaba sin cansarse y podía pararse, pero aún le costaba caminar.
Día tras día fue mejorando hasta que la dieron de alta, pues nunca encontraron lo que tenía y ella estaba recuperada. Teresa se puso contenta, su amiga pasaría la Navidad fuera del hospital. Además estaba agradecida, pues su deseo se había cumplido. Así volvió a creer en el gigante y en la magia de la Navidad.
Por: Wiliannie Rodríguez Rivera
Excelente cuento. A mi, y estoy seguro que a muchos nos pasò esas experiencias pero con los Reyes Magos. Recuerdo que ese dìa al amanecer corriamos a casa de Bea (tia de mi.mamà) pues allì los Reyes nos dejaban dulces. En mi casa nos dejaban ropa. Recuerdo esos momentos con muchos sentimientos de alegrìa.
ResponderBorrar¡Yo también! Siempre dejaban los regalos y la hierba regada. Recuerdos bonitos de la niñez. ¡Gracias por leerme!
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