Cuando hay, hay; cuando no hay, no hay. Recuerdo haber escuchado esa frase dicha por mi madre cientos de veces, creo. También recuerdo ir de paseo a Toys R Us y que antes de entrar ella me dijera que ese día no podía comprar nada. Sin embargo, le podía decir qué me gustaba para que en una ocasión especial me lo pudiera regalar. Creo que por eso no soy caprichosa ni antojada. La educación de mi madre me enseñó que el dólar se estira hasta donde se puede, que hay prioridades como las necesidades básicas; después de eso se hace lo que se quiera o se pueda con el dinero. Y le agradezco esa enseñanza, porque en tiempos difíciles puedo autorregularme, no exigir si no hay y ser agradecida con lo que tengo.
En esta pandemia que vivimos quienes me preocupan son los niños. Si no les han enseñado lo mismo que a mi y han aprendido a vivir en abundancia, pueden ser los más afectados y no precisamente por la salud. Por eso tal vez vemos a los padres desbordados en los supermercados o dando vueltas en los automóviles. Porque si no les explican de manera adecuada no van a entender que hay que controlar el consumo de los alimentos para salir sólo lo necesario. Tampoco van a entender que por su bien no deben salir y que es mejor quedarse en su hogar jugando y aprendiendo. Algo más que le tengo que agradecer a mi madre es que siempre jugaba conmigo y hacía que el tiempo que pasábamos en el hogar no fuera aburrido. Recuerdo pasar junto a ella horas jugando monopolio, muñecas, "stop", etc.
Si los niños están acostumbrados a salir al menos una vez en la semana la cuarentena se les puede hacer eterna. Mostrarán su frustración con rabietas, "malas crianzas" o mala cara. Es por eso que es importante que les enseñemos a regular sus emociones. Esto lo podemos hacer brindándole técnicas de respiración profunda, tiempo a solas (para que reflexionen y luego hablen del tema), tolerancia ante la frustración y maneras para manejar lo que sienten y estar ocupados. Dibujar y jugar (por ejemplo) es importante para ellos, ya que son formas de estar ocupados y manejar sus sentimientos. Todo esto se debe hacer con amor, paciencia y sin gritos o mala cara; así es que aprenden adecuadamente.
Además, la comunicación es clave. Debemos estar disponibles para escuchar y hablar, ya que así aprendemos de ellos y ellos de nosotros. Es importante preguntarles qué les gusta, como fue su día, quienes son sus amigos y etc. Si fomentamos todo lo que he expuesto los niños pueden sentirse mejor, conocerán sus emociones, podrán afrontar las situaciones de manera adecuada y su relación con los padres y cuidadores será un éxito. Al final, lo importante es que salgan sanos física y mentalmente de esta crisis; unidos lo podemos lograr y nunca es tarde para aprender como padres y guiar a los pequeños
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