Amanece y me despierto con migraña. No se si es la que me da varias veces al mes o por la incredulidad de saber quien aparentemente ganó la gobernación. Rápidamente busco el celular de mi padre, pensando que podía haber cambiado, pero no. Intento descifrar que pudo haber ocurrido, pues no resisto que el mismo gobierno que queríamos sacar en el verano del 2019 ganara.
-Nosotros no necesitamos del gobierno, pues somos independientes, trabajamos en nuestro negocio propio y la nena la teníamos en un colegio. Dijo mi madre.
-Bueno, la perdimos por ellos. Manifestó mi padre con melancolía.
Escuché la conversación de mis padres que provenía del comedor. Pensé, no necesitan ayuda del gobierno, pero del gobierno vienen las leyes y es donde nos cogen de tontos, como decían en el "chat". Me preocupé por ellos. Viven en un pueblo en el centro de la Isla, son de clase media trabajadora (se han reinventado varias veces), pero me da miedo que hagan leyes que no los favorezca a ellos y al pueblo.
Pasadas las 10 a.m. me dije: "Ganó por una miseria, pues si sumamos los votos de los demás candidatos contra él son mayoría. Además sus partidarios en el capitolio disminuyeron". Sin embargo, la indignación no me dejaba. Ya me imaginaba con los tenis puestos en la calle resistencia. Bueno, por mis circunstancias no podré ponerme los tenis, pero sí iré a la calle resistencia.
La verdad es que mis padres estaban resignados. Mis amigos molestos e indignados. Yo, desde otro plano, pero también indignada. Aún nadie había superado que me hubiera ido, ni yo. Sin embargo, ya sé que haré si de verdad ganó. Mortificaré en Fortaleza, pues si en el capitolio hay fantasmas ahora una real estará allá. Pues yo soy parte de los 4,645.
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